4- ¡Más SIFONES, es la GUERRA!

La entrega de los Oscars en Hollywood se conmemora en el +ALLÁ con una cena por todo lo alto a la que asiste el gremio cinematográfico al completo. En la última edición -no creo que se celebre otra- se había preparado una enorme mesa redonda, tan grande que casi no pasaban los camareros por detrás. En aquella ocasión, la presidencia contaba con una hermosa GRACE KELLY elegantemente ataviada con un vestido verde-moquillo de encaje que le llegaba a los pies; parecía una diosa del Olimpo. Fiel a mi estilo, yo me había disfrazado de botones. La mesa estaba servida, llena de manjares exquisitos.             

            Todo marchaba según el orden establecido hasta que al bueno de JAMES STEWART se le ocurrió efectuar una especie de brindis. Se alzó todo lo que pudo -que era mucho-  y levantando su copa dijo:           

            – Ejem… ejem… Majestad, hoy luce Su Excelencia como las manzanas de California en pleno Agosto.           

            No le dio tiempo a catar el vino, mi hermano GROUCHO, de pie sobre la silla, sentenció con su fina ironía:           

            – ¡Bien dicho, James!… pero con una clara diferencia, a las manzanas sabes donde hincarles el diente.      

Y ahí se armó la de Troya. Unos aplaudían; otros le abucheaban; risas, gritos de ¡GROUCHO for president!, también de ¡fuera, fuera, a la calle!… Un total desconcierto, vamos. JULIUS, el filósofo, nunca ha sido comprendido. El rigor práctico de las grandes ocasiones -esas que pintan calvas- me empujó a dar la vuelta al ruedo, y enfoqué mis cuatro sentidos -uno lo perdí hace ya mucho tiempo- a recorrer la blanca circunferencia liberando a los platos del peso de las gambas… ¡a destajo! Las que no me cabían en la boca iban a parar a mis bolsillos. Hasta que llegué al lugar que ocupaba CHARLES CHAPLIN, tacaño y judío -por ese orden- que me atizó un bastonazo en plenos pulgar, índice y mayor, al tiempo que chillaba:           

            – No me toques las gambas, Harpo… ¡no me las toques!           

¿Os lo podeís imaginar?… en la mano derecha; la de comer, tocar la bocina, mover el ratón… ¡qué malas pulgas tiene ese CHARLOT! El dolor me torció la cara y salió el malo que llevo escondido dentro. Pillé lo primero que tenía a mi alcance -casualmente era un sifón-, y utilizando una butaca como trinchera, escupí mi veneno sobre los que tenía a tiro. En lugar de enfurecerse, los demás se contagiaron y nos liamos todos a sifonazos. GROUCHO, aguantando aún el tipo encima de la silla, gritaba como un poseso:           

            – ¡Camarero!, ¡camarero!… ¡más sifones!… ¡es la guerra!           

  

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      Y ahí no acabó todo; CHARLES LAUGHTON, que siempre ha sido un pelín guarro, fue el primero que utilizó la ensaladilla rusa como arma arrojadiza, después siguieron pimientos rellenos, huevos al pelo, endibias al rochefort, advocado con caviar, bogavantes a la salsa de nuez, paté de foi au les fines herbes, ostras Pedrín… Por cierto, las únicas gambas que volaron fueron las de CHARLOT, que no pudiéndolo soportar se comió el sombrero con ala incluida. MARILYN -my heart belongs to daddy- lucía ya alguna peca de más… eran huevecillos de caviar eslavo. La visión de PETER SELLERS arrodillado, declarando su amor inglés a una langosta minifaldera, quedará grabada en mi disco duro por los siglos de los siglos, amén. Incluso GRETA GARBO, tan seria ella, se atrevió con DOUGLAS FAIRBANKS… le abofeteó con un lenguado a la plancha. CHICO, mientras tanto, andaba por los suelos cual vulgar lagartija, apalancando monedas huérfanas al despiste. Era la debacle; el caos; el rosario de la aurora…  pero la mente humana nunca duerme y el personal vislumbró la desaparición de la comida llegando a una sabia conclusión: después se echaría mano a cubiertos, copas, platos… y eso hace daño. La histeria es contagiosa y la multitud empezó a correr refugiándose en el cuartucho más cercano, el único que tenía la puerta abierta. Y allí terminamos todos… aquello parecía la escena del camarote de Driftwood en Una noche en la ópera. Dejamos el comedor hecho unos zorros de estercolero.           

            El enfado del Mariscal de Campo -San Pedro- fue terrible, y casi nadie escapó a su ira: GRACE vistió bata de guatiné y calcetines tobilleros durante una semana; a JAMES se le encasquetó la máscara de hierro, esa que últimamente ha utilizado LEONARDO DI CAPRIO; CHAPLIN fue obligado a caminar 20 millas con los pies hacia dentro y sin bastón; a LAUGHTON le prohibieron usar pañuelos… se tuvo que limpiar los mocos con las mangas del chaleco; GROUCHO fue recluido en una celda para ejercicios espirituales junto a BUSTER KEATON “cara de palo”, que tiene la virtud de no soltar palabra pase lo que pase; CHICO calzó guantes de boxeo siete días, por lo que no pudo jugar a billar… ni a poker; y yo -pobre de mi, infelice- vi con impotencia informática como arrestaban mi adorado Portátil de lunes a domingo. PETER SELLERS se libró del castigo gracias a la tesis doctoral que sobre la existencia de Cupido pronunció su querida langosta, que era abogado. A San Pedro le resbalaban las lágrimas por las narices empapando su blanca barba, a chorro; tantas derramó que los estratocúmulos parecían esponjas. Acto seguido alquilaron un apartamento en la nube 149, Copyright de PERE UBU, y allí se fueron a festejar su amor, que aún perdura, y cuyo fin -lo prometo- tendrá lugar el día que me inviten a cenar y pueda exclamar satisfecho tras eructar con soltura: ¡Peter, tenías razón, qué buena estaba esa langosta! 

            Una mala semana para todos, digo, incluidos los varones. Aunque, eso sí, me puse morado de gambas frías.  

Por Harpo, desde el más allá.
Texto publicado a finales del siglo XX en la famosa página, allende los mares, de EL CLUB de Menorca en www.go.to/elclub (actualmente gotoelclub.com y/o canalmenorca.com)

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