"En cierta ocasión mostró Buda una flor a sus discípulos y le pidió que dijeran algo acerca de ella. Inmediatamente todos se lanzaron a estudiar la flor. Unos analizaban, discernían, conversaban o discutían sin parar acerca de ella, otros tomaban apuntes sobre sus características, algunos consultaban los libros de ciencias, otros leían poetas buscando inspiración, pero sólo uno permanecía en un rincón observando la flor en silencio.
Al final muchos pronunciaron conferencias, otros entregaron poemas o parábolas sobre la flor, pero todos tratando de quedar por encima de los demás. Sólo Mulad permanecía en silencio y el maestro le dijo:
-¿Qué dices tú acerca de la flor?
Mulad miró la flor, sonrió y no dijo nada.
Entonces Buda dijo:
-De ustedes, sólo Mulad ha visto la flor".
Hay momentos en los que sería bueno apagar la mente con el fin de poder sentir, por un instante, la vida. Estamos acostumbrados, como buenos adultos, a mantener una gran actividad mental, pensamos y analizamos constantemente todo lo que ocurre a nuestro alrededor.
Vivimos envueltos por una gran cantidad de situaciones y eventos que ocurren afuera de nosotros sin la posibilidad de aislarnos por unos minutos para respirar y recobrar el sentido de nuestra vida.
Cuando las actividades sociales, laborales o familiares nos hagan sentir abrumados, y deseemos recuperar nuestra tranquilidad y paz interior, aprendamos a decir la palabras mágicas: "lo siento, pero no puedo" o simplemente: "gracias, pero no tengo ganas..."
Todos requerimos de un poco de soledad, un espacio para poder estar con nosotros mismos, un momento de tranquilidad para reordenarnos, reflexionar o, simplemente, divagar para recuperar nuestro balance y, sobre todo, para volver a conectarnos con nuestra esencia.